La maldición navideña del freelance
Ser freelance mola, ¿verdad? Al menos, eso dicen. Te levantas a la hora que te viene en gana, trasnochas a placer, puedes currar desde la playa disfrutando de un mai tai bien fresquito y, además, tienes la libertad de enviar a un cliente a paseo si te toca demasiado las narices. Por si eso fuera poco, tampoco cotizas a la seguridad social ni te retienen IRPF porque trabajas todo en negro para llevártelo calentito al bolsillo. La vie en rose!